Acompañante del ciclista
El ciclismo es un deporte que exige mucha dedicación y esfuerzo. El que nos encante salir a montar no quita que en ocasiones no apetezca entrenar y que las salidas en solitario sean algo tormentosas conformando una relación amor-odio digna de un sesudo psicoanálisis.
Muchos avances tecnológicos en los accesorios ciclistas de los últimos tiempos, aunque con sus fines determinados, han tenido como aplicación secundaria el hacer la vida más divertida al ciclista y suavizar sus largas salidas en solitario.
El primer accesorio para hacer la vida más amable al ciclista fue el cuentakilómetros analógico para bicicleta que ideó la empresa Veeder en 1885. Era un simple mecanismo que contaba el número de vueltas de la rueda y con la longitud lineal de ésta hacía un simple cálculo para ofrecernos la distancia recorrida. Su eslogan de publicidad era: “Es bonito saber cuanta distancia has recorrido”.
La empresa sigue funcionando más de un siglo después aunque ahora hacen medidores industriales. Su idea apenas evolucionó en más de ochenta años.
La gran revolución llegó en los años ochenta con la irrupción de los ciclocomputadores digitales a buen precio. “Cuentakilómetros”, “cuentas”, “ciclocomputadores”, da igual la denominación, el caso es que en aquella época surgió la posibilidad de conocer la velocidad instantánea y los kilómetros recorridos en cada etapa y además a bajo precio y con poco peso. Todo un salto de información en ruta y de compañía para las largas sesiones.
Aquellos primeros modelos con cables hicieron populares en el imaginario ciclista marcas como Sigma, Avocet, Cateye o Vetta.
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